Sonia Gumpert Melgosa, Socia | Abogada área Contencioso de Monereo Meyer Abogados
Desde 1911 se celebra el Día Internacional de la Mujer para apoyar y promover el desarrollo social y laboral de las mujeres en pie de igualdad con el hombre.
La elección del día concreto, 8 de marzo, conmemora la reivindicación de unas trabajadoras americanas en dos huelgas, ambas acontecidas un 8 de marzo en años distintos y que tuvieron un fatal desenlace; la primera, por la fuerte represión policial de las manifestantes y la segunda, por un incendio que causó la muerte de más de un centenar de mujeres. Hoy, pese al innegable avance alcanzado desde entonces en materia de igualdad, las mujeres siguen -seguimos- teniendo, en general y en el mundo, peores condiciones laborales que las del hombre, somos víctimas fáciles en conflictos armados y no estamos implicadas en condiciones de igualdad con el hombre en los procesos de toma de decisiones y en los cargos directivos desde los que se pueden cambiar las cosas.
Es incontestable que el movimiento feminista cambió el mundo para siempre cuando consiguió que la educación en todos sus niveles fuera accesible también para las niñas y las mujeres; que cambió la política cuando consiguió el derecho al sufragio activo y pasivo para las mujeres; que cambió para siempre la sociedad cuando consiguió que se regularan el divorcio, el aborto y la violencia de género, e introdujo la “mirada de género” como un enfoque necesario al legislar, al educar y al comunicar. No ha habido un movimiento social más tenaz y transformador que el movimiento feminista, una revolución con objetivos aún por alcanzar en materia de igualdad de género, pero que ha tenido como efecto y consecuencia el surgimiento de otros movimientos sociales llamados también a cambiar nuestra sociedad.
La reivindicación y la lucha de la mujer por la igualdad de género (o mejor dicho sin género) del feminismo moderno del siglo XIX ha inspirado sin duda los movimientos surgidos en el siglo XX de promoción de “otras” diversidades también en situación de desigualdad o estigmatizadas socialmente; así la diversidad sexual, cultural, ideológica, funcional, generacional, etc., pavimentando de esta forma el camino hacia el reconocimiento, el respeto y la tolerancia de las identidades individuales y, por ende, hacia la consecuencia de una mejor convivencia y de la paz social.
Por ello es tan difícil entender a quienes se oponen y menosprecian el movimiento feminista y los demás movimientos en pro de la diversidad, tanto como entender a quienes pretenden monopolizarlos y apropiarse de ellos para identificarlos con una ideología política en uno u otro sentido. El movimiento feminista y cualquier otro movimiento que busca el reconocimiento y respeto de una condición humana es titularidad de quienes, mujeres y hombres, promueven, defienden y practican los valores que los inspiran a título individual y/o colectivo, sin colores ni partidos, sin alharacas ni aspavientos. Tengo la suerte de conocer a muchas mujeres y hombres que cada día, a nivel individual y/o agrupados a asociaciones, “hacen” feminismo y diversidad de forma consciente y por convicción, y a cuyo lado todos sin excepción deberíamos querer marchar cada día como si fuera el 8 de marzo.
Especial Lawyerpress – 8 de Marzo – Día Internacional de la Mujer