Delia Rodríguez, promotora de Bbrainers y fundadora de Vestalia Asociados
Los inicios profesionales son una carrera de fondo, tanto para hombres como para mujeres.
Pero no menos cierto es que nosotras nos encontramos con una serie de dificultades y obstáculos añadidos a los propios de la odisea que es abrirse camino en la abogacía, los cuales he intentado combatir siempre desde la valentía y el esfuerzo, y no desde el victimismo.
Recuerdo perfectamente aquel momento en el que aprobé la última asignatura de la carrera de Derecho, y me encontré de bruces con la siguiente etapa que tanto había anhelado: ser (y sentirme) abogada.
Pronto me percaté de lo difícil que es arrancar en este sector cuando no cuentas con padrinos ni madrinas, ni familiares que se dediquen a la abogacía.
La falta de recursos económicos también es un hándicap que afecta a la gran mayoría de personas que se plantean emprender. La abogacía que vemos en las películas, esa de los trajes caros, de los procesos mediáticos y los clientes millonarios, dista mucho de la realidad de la gran mayoría de nosotros.
Y luego nos encontramos también con una serie de estereotipos que todavía campan a sus anchas en nuestro mundo legal, con los que también tenemos que lidiar a pesar de que muchos de ellos deberían haberse quedado anclados en el siglo anterior.
Mis primeras experiencias en despachos fueron una mezcolanza de situaciones rocambolescas, algunas de ellas bastante incómodas, en las que a veces me sentí discriminada (aunque eso no frenó mi impulso, dicho sea de paso) por el hecho de ser joven y mujer.
Por otro lado, pensamos que una buena imagen puede resultar una estupenda carta de presentación; pero no menos cierto es que también penaliza a las mujeres en muchas ocasiones, o relega injustamente a un segundo plano tu conocimiento, experiencia y capacidades (al menos al principio).
Cómo explicaba, mi experiencia como abogada en prácticas en dos o tres despachos (alguno de ellos bastante conocido) se definió por no aprender absolutamente nada y tener que aguantar no pocas impertinencias por parte de algunos de mis compañeros.
Comentarios sobre mi físico o mi ropa, piropos totalmente fuera de contexto, preguntas impertinentes sobre si pensaba o no casarme son solo un aperitivo de las vivencias que muchas mujeres sufrimos en sus puestos de trabajo.
También me he sentido desplazada por algunas mujeres más mayores que yo, con altos puestos, especialmente en el ámbito institucional, aunque lo cierto es que ha sido algo residual.
En definitiva, un año fue más que suficiente para decidir que quería ser mi propia jefa y emprender, como una perfecta mezcla entre ilusión, vocación y necesidad.
Crear Vestalia Abogados de Familia hace ya 7 años ha sido para mí un antes y un después en mi vida personal y profesional. La mejor dosis de seguridad, autoestima y empoderamiento femenino que he podido tener.
Por ello desde hace mucho tiempo, y desde distintos proyectos, dedico parte de mi tiempo a impulsar y cooperar con otras mujeres que quieren dar ese paso, pero necesitan “ese empujón”.
Me he dado cuenta de que muchas compañeras que conozco en charlas que imparto tienen todavía muchos miedos e inseguridades, que todas llevamos en nuestras respectivas mochilas, y contra los cuales no nos queda otra que enfrentarnos cara a cara.
El autoconocimiento y la autocrítica son necesarias, pues muchas veces no coronamos la cima de nuestros sueños profesionales por cuestiones que están relacionadas directamente con los miedos que nos cargamos a las espaldas, y no con impedimentos sociales, culturales o legales.
Superados los retos que implica el crear un proyecto, conseguir que se consolide y que crezca, ahora llegan otros muchos en los que me encuentro altamente implicada, como la conciliación familiar y los buenos hábitos en las empresas.
Desde Vestalia Abogados de Familia, compuesto por 8 mujeres actualmente (6 en Madrid, 1 en Valencia y otra más en Palma) apostamos por el trabajo por objetivos, la productividad basada en la flexibilidad de horarios y la adaptación, siempre que sea posible, a las circunstancias personales de cada una de las personas que componen el equipo. No se trata de trabajar más, sino mejor.
Por ejemplo, algunas abogadas son de fuera de Madrid o tienen parejas en otra ciudad. Para ellas el contar con los viernes de teletrabajo era una medida muy positiva porque les permite viajar y estirar más el descanso del fin de semana. Llevamos con esta medida un tiempo y ha sido muy bien recibida.
También trabajamos todos los asuntos en equipos de, mínimo, dos letradas, de forma que podamos “cubrirnos” ante cualquier baja o imprevisto.
Es cuestión de tiempo que alguna de nosotras decida ser madre y mi objetivo es estar preparadas para que esto no suponga un freno en las carreras profesionales de ninguna de nosotras, y mucho menos una renuncia.
Personalmente, ser madre es una decisión que ronda mi cabeza desde hace tiempo, asaltándome muchas dudas sobre cómo poder compaginar el dirigir un despacho que está en continua expansión, sin renunciar a poder crear una familia. Esto me ha llevado a querer poner mi granito de arena para ayudar a otras mujeres en la misma situación.
Por ejemplo, una idea que me parece interesante es impulsar formaciones gratuitas desde las empresas y colegios de abogados para que aquellas madres (y padres) puedan actualizarse en cuestiones jurídicas novedosas y así “ponerse al día”, especialmente tras esos primeros años de crianza que son tan complicados.
Aplicar bonificaciones en las cuotas de colegiados durante un tiempo, cuando se acredite una reducción de ingresos a causa de la maternidad, propio en casos de abogadas con despachos unipersonales, sería otra de las medidas que considero deberían estudiarse desde las instituciones.
Un servicio de guardería opcional en los juzgados también sería una medida muy valorada, especialmente por aquellas familias monoparentales que no cuentan con ayuda de sus familiares. No es la primera vez que una compañera se encuentra con que no puede dejar s u bebé con nadie.
La conciliación es una asignatura pendiente que debe ser abordada desde las instituciones de forma prioritaria, prestando la ayuda que sea necesaria para que las juristas no se vean en la difícil decisión de tener que renunciar a su “yo profesional” cuando no quieren hacerlo.
Por mi parte, a nivel personal y desde iniciativas que estoy impulsando como WOMEN UP, seguiré al pie del cañón sumando y generando sinergias para que las mujeres podamos triunfar en lo profesional, sin dejar de lado nuestra vida personal.
Especial Lawyerpress – 8 de Marzo – Día Internacional de la Mujer